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Observo
la vida a mi alrededor,
late
bajo el Sol en muda frialdad.
Grito
en el silencio suplicando amor
y
responde un eco de infelicidad.

Yo
sigo gritando hasta enronquecer,
repite
impiedad el eco otra vez,
un
eco de siglos con voz del placer,
sonoro
reproche a mi estupidez.
Yo
grito al futuro desde esta prisión
que
da al marginado celdas de dolor,
reductos
del hambre, miseria, aflicción,
por
tanto egoísmo dilapidador.
Grito
con la rabia de la inmensidad
pidiendo
en amor nuevo amanecer,
responde
la fría deshonestidad
del
eco que llega al atardecer.
Recibe
mi cuerpo el manto otoñal
y
siento en la boca un sabor a hiel,
yo
sigo gritando: ¡Desterrad el mal!.
Me
ahoga el abrojo espeso y cruel.
Mi
grito es un hilo de cansada voz,
el
eco no emite ni un leve rumor,
y siega
mi vida la afilada hoz
de
un mundo perverso, vil, aterrador.

Emma-Margarita R. A.-Valdés
 
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