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Meditando ante el
Sagrario,
en Ti mi alma se
sosiega,
existes, vivo,
cercano,
yo percibo tu
presencia.
Tú eres paz, la
paz de Dios,
y con tu amor
infinito
me llenas el
corazón,
mi corazón
peregrino.
Has perdonado mis
faltas,
atiendes mis
peticiones,
se hacen claras
tus palabras,
me das celestiales
goces.

Volveré aquí cada
día
a sentirme
confortada,
para entregarte mi
vida,
para ser tu
humilde esclava.

Tú me otorgas vida
eterna
con tu pan y con
tu vino,
los consagraste en
tu Cena
y en tu humano
sacrificio.
Al sentirte en mi
interior
me elevo con
nuevas alas,
abrazo la luz del
Sol
que me alumbra,
que me abrasa.
¡Es tan inmenso el
placer,
es tan grande tu
bondad!.
Me concedes un
gran bien
y me liberas del
mal.
Una canción
silenciosa
brota de mi
corazón,
sé que jamás estoy
sola,
mi Jesús, mi Dios,
mi Amor.
  
Emma-Margarita R. A.-Valdés

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