Poesías para la Semana Santa

por

Blanca María Alonso Rodríguez

  

A Jesús Nazareno

Señor, que con tu cruz vas a la muerte
por senda de incansables pecadores,
fingiendo ser los grandes amadores,
forjando, sin amar, tu cuerpo inerte.

Señor, ¡qué gran funesta hipocresía!:
amor cristiano, amor que hiere y mata,
amor de fariseo, amor que ata
a un falso cristianismo, amor de un día.

Ayúdame a romper las ataduras
que me unen al pecado cual cadenas
y enséñame, de nuevo, sin cansarte.

Perdóname, Señor, por mis locuras,
pues quiero despojar de Ti las penas,
y amándote poder desagraviarte.

 

A Jesús en la Pasión

Señor, quisiera ser tu cireneo,
cargar sobre mis hombros tu suplicio,
trocar el Gran Pecado en sacrificio;
limpiar mi ardiente fe con mi deseo.

Señor, quisiera ser “aquel pañuelo”,
secar tu faz sangrante, dolorida,
trocar tu sufrimiento por mi vida;
limpiar mi ardiente fe, mi eterno vuelo.

¡Permíteme, Señor, en tu calvario,
posar en mis abrazos tu agonía,
hilar con penitencia tu sudario!

¡Permíteme, Señor, como a María,
llorar sobre tu pecho mis dolores,
salvar de humana culpa el alma mía!

 

Oración al Nazareno

Bendito Nazareno de Luarca,
vigía marinero entre la bruma,
romero en Jueves Santo hacia la espuma,
océano de cruz para mi barca.

Acógeme en la túnica que viste
tu cuerpo dolorido y maltratado;
seré dulce cual miel en tu costado
herido por amor, lloroso, triste.

Iré a esconderme en él sin amargura,
entiendo que el sufrir es alegría,
clavar en mí tu lanza no es locura.

Sangrar quiero contigo mis errores,
entiendo que las lágrimas son vía,
beberlas con placer borra dolores.

 

 



 

A la Virgen Dolorosa

¡Qué espada de dolor, Virgen María,
mirar a Dios, tu hijo, maltratado,
el verlo con la cruz desamparado!
¡Qué luz de sufrimiento en negro día!

¿Se quebró por valor tu sintonía?
¿Se quebró por temor tu fe y tu calma?
¿Acaso fue la cruz o bien su alma
sangrante del dolor que en ella había?

¡Qué diálogo sin voz, qué mudo llanto
gimió entre las tinieblas del encuentro:
torrente de emoción, fúnebre planto!

Tu fuerza inmaculada, desde dentro,
roció de firme fe tu triste manto,
creyendo en tu Jesús, aun siendo muerto.

  

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